Podríamos considerar que la fotografía es un enigma que deambula entre la luz y la penumbra, que, en su intención de evidenciar el mundo, nos dota de información, otorgando testimonios o simples documentos que pretenden verdad porque demandan sobre la existencia humana y su conducta. He ahí su condición de materia objetiva.
En otras y muchas situaciones se vuelve un objeto sensible que va a la deriva constituyéndose en algo subjetivo plagado de interpretaciones que van sujetas a una dinámica de preguntas, y muy pocas veces de respuestas, abriendo así, un camino de múltiples posibilidades, ahí su función polisémica.
De ser así, el fotógrafo es ¿Un operador con atributos técnicos que embellece o atestigua la vorágine de la existencia o un creador que intenta acceder a las profundidades de la vida y la muerte buscando el placer y la belleza universal?
El tiempo nos ha otorgado la probabilidad de descubrir en ambas cuestiones una absoluta necesidad y la certeza de su coexistencia. Pero qué sucede cuando en las latitudes de la imagoesfera una desbordante presencia de supuestos estilismos, conceptos y etiquetas discurren con promiscuidad hasta saturar nuestras pupilas evidenciando algún tipo de ceguera visual.
Ante esto, nos ocuparemos del fotógrafo autor, que en su quehacer como intérprete explora las magnitudes de su universo, de sus experiencias redefiniendo la imagen en un diálogo inmensurable, compartiendo así, una forma de mirar, de idealizar y exteriorizar su cosmovisión, comprendiendo que aquello a su alrededor representa el flujo de un algo expresado.
El fotógrafo autor nos desafía como desafía el tiempo, las formas, las teorías y hasta los métodos, porque no se trata de lo que ve desde la ventana, todo en movimiento que recae en aceptación o rechazo, se trata de lo que surge en el espejo, una romántica idea de nostalgia, de aciertos y desaciertos, de poética e ideales.
La fotografía espía, indaga, explora, arremete, evidencia, violenta, cuestiona, y en ese afán de búsqueda subvierte la mirada, volviendo la imagen experiencia y experiencia la imagen, un diálogo que se transforma en un propósito cultural, latente y silencioso que va desarticulando nuestra idea real del mundo, pues nos invita a penetrar el pensamiento y hurgar en nuestra percepción de las cosas.

Omar Miñano
Fotógrafo y Educador con estudios de Arquitectura / UCV, Publicidad / ITN y Comunicación Audiovisual / UPN - Trujillo; cursos de especialidad en Arte como Fotografía y Diplomado en Antropología Visual / Centro de la Imagen – Lima. La práctica fotográfica como la de educador la viene ejerciendo desde el 2003, con una serie de exposiciones colectivas e individuales. En el 2014 funda NÚMERO, Centro de Artes Visuales, asumiendo la dirección hasta la fecha. Ha formado parte del jurado para algunas instituciones escolares y superiores. Así como también del XIII Concurso de Fotografía Documental Espacio Tiempo 2016 – Trujillo. Dedicado también a la Edición y Diseño de FOTOLIBROS, CURADURÍA y al Diseño de exposiciones. Ha dirigido proyectos de fotografía encaminados a la proyección social como ACJ Proyecto para Jóvenes Emprendedores EL MILAGRO / Trujillo 2012. Proyecto Fotografía para Invidentes VER O MIRAR, Imágenes para sentir / Trujillo 2012. No Somos Uno / Proyecto de Fotografía Participativa: personas con habilidades diferentes / Florencia de Mora / Trujillo 2016. En el 2018 fue seleccionado como finalista del Máster MAPA por la Escuela de Artes Visuales LENS de Madrid, España y crea el INHALA, que se forja como un laboratorio de imágenes y experiencias en procesos de creación. En el 2019 asumió el rol de curador de las exposiciones “Anatomía de la Urbe”, “Mujeres con Norte” y “Chimú”.